La obra de Giménez fue publicada originalmente en los primeros años de la Transición y es un tebeo de combate. En sus páginas Giménez retrata las expectativas y, sobre todo, el pesimismo que le producen los cambios políticos y los problemas sociales como el paro, la delincuencia, los derechos de los trabajadores, los grupos fascistas, la represión policial...
Mucho de lo que cuenta es producto de la ingenuidad ideológica, como ese comentario de que “en Rusia, Cuba y China el problema del hambre lo tienen resuelto desde hace tiempo” que recuerda a aquel chiste de “en Cuba nadie se acuesta con hambre, y quien tenga hambre, que no se acueste.” En otra historieta puedes llegar a vislumbrar una comprensión por los motivos de un terrorista suicida que le imagino superada. Y la imagen que da de Adolfo Suárez no puede ser más desafortunada.
Pero todo lo hace desde una total implicación personal, usando como única arma su talento, en una época en la que en El Papus, donde él publicaba, ponían bombas y moría gente. Lo que aterra es que temas como la especulación inmobiliaria, las abusivas diferencias entre el precio de los productos en origen y en el punto de venta o el debate sobre la energía nuclear siguen dando la lata en la actualidad. Por suerte, los peores augurios de Giménez no se cumplieron y pudo ver cómo, en 2003, un Gobierno del PP le concedió la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes.
Roy Thomas publica All-Star Squadron casi contemporáneamente a la obra de Giménez, en 1982. Estados Unidos, tras el Watergate y Vietnam, anda deprimida, moral y económicamente y el Presidente es un Ronald Reagan al que no le tiembla la mano cuando toma decisiones impopulares que suponen el desmantelamiento del sistema sanitario, despedir a 12.000 controladores aéreos en huelga y un aumento en las tensiones con la Unión Soviética.
Ante este panorama Thomas mira atrás y no sólo cumple el sueño de escribir los héroes de su infancia, sino que vuelve la vista a una época de dificultad, la Segunda Guerra Mundial, en la que una nación unida desafía al fascismo. Resulta entrañable esa viñeta en la que una señora la emprende a pedradas contra una farola para apagarla y evitar que sirva de guía a los bombarderos enemigos. Es un tiempo en el que las guerras eran justas, los políticos eran honrados y se sabía por qué se luchaba.
Thomas y Giménez son dos niños de posguerra (Mundial y Civil) que miran al pasado o a una utopía en busca de las respuestas que su época no les da. Mientras que Giménez es más directo, más brutal, para Thomas lo principal es la aventura, aunque sutilmente deja traslucir la misma desilusión que el autor español y la misma resolución contra las dictaduras fascistas.
Como colofón irónico, en esta época Thomas seguramente ignoraba el tipo de historieta que se hacía en España y Giménez defendía, otro modo de ignorancia, que el comic americano era una expresión fascista.